jueves, 27 de octubre de 2011

Atreverse a pesar… insta a reflexionar y plantearse retos


Ante las actuaciones de la sociedad actual, compuesta por un conjunto de variados personajes, actitudes, valores, creencias, y otros cientos de componentes que convergen en la determinación de la cultura, la pregunta que me hago es ¿Cuál es el aporte que estamos haciendo desde la academia en relación con la formación integral de que se habla en las misiones institucionales de manera casi podría decirse generalizada…?

Entonces, me doy a la tarea de tratar de ordenar mis ideas y mis reflexiones que parten no de lecturas de textos y videos como este de la Universidad de Bergen, sino de lecturas sobre el día a día, de mi vida misma y le añado  las variadas posturas expuestas sobre las relaciones entre aprender y formarse para la vida… surgen el mediatismo, el consumismo, la comodidad entre otras tantas interpretaciones de las situaciones actuales y  me pregunto entonces… ¿cuál es la esencia que da sentido a lo que “debemos” ser y hacer para que no sean algo impuesto y ajeno, y que por el contrario nos pongan en juego desde lo que realmente somos y sentimos?

Tendría que sumergirme en lo profundo  del ser humano, para tener un sustento correcto para asegurar que esa esencia es la satisfacción consigo mismo, con lo que se es, lo que se aporta a los demás, y que requiere conocerse, quererse, controlarse, regularse, exigirse, motivarse y mucho más. Es ahí, ahí donde la academia se enfrenta hoy a uno  de sus mayores retos durante la década: ayudar al estudiante a conocerse a si mismo y construir su proyecto de vida, despertando así la “pasión por aprender”.

Bien han dicho durante décadas diversos científicos, filósofos, sociólogos… no es suficiente entregar a la juventud conocimiento, métodos, técnicas, investigaciones, entre otros tantos recursos para que aprenda, es necesario que el joven logre despertar dentro de si, su propia emoción y motivación para tomar el camino del conocimiento y su puesta en práctica en la realidad; y esta tarea se convierte actualmente en el gran reto del formador, y que  Philippe Mierieu de manera muy simple lo expresa diciendo que “Es responsabilidad del educador hacer emerger el deseo de aprender. Es el educador quien debe crear situaciones que favorezcan la emergencia de este deseo”[1], y lo recalca con la afirmación de que “…el papel del enseñante es encontrar el proyecto que hará emerger problemas que permitirán construir conocimiento”. Así visto como lo expresa Mierieu, el rol del docente no es entregar lo que cree que desea el alumno, si no “crear situaciones favorables para que emerja el deseo”[2]


[1] Tomado de la entrevista a Philippe Mierieu, pubicada en  CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº 373 NOVIEMBRE 2007. Nº IDENTIFICADOR: 373.010. Disponible en: http://www.ort.edu.uy/ie/caes/entrevista_philippe_meirieu.pdf

[2] Idem.

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