Hay momentos en la vida en los que nos sentimos apreciados, necesitados, entusiasmados al ser parte de un grupo, una comunidad, una red. Pertenencia al hogar, al lugar de trabajo, a la ciudad que nos vio nacer, al colegio o universidad donde nos formamos, al grupo de amigos y a la comunidad en general, nos da cierta tranquilidad “ser parte de”; y claro, otros momentos en que por el contrario nos sentimos excluidos, estamos fuera! Recorriendo poco a poco los post de un grupo de personas que dedicó varias semanas a hablar de los grupos, redes y comunidades (GRYC09) desde dimensiones diversas, me ha dejado inquietudes sobre este concepto de pertenencia en relación con los escenarios en que nos movemos y existimos hoy en día. “Estar registrados en Facebook” por ejemplo, indica socialmente que pertenecemos a la red, que estamos en la jugada, aunque desde la perspectiva de la persona este sentido de pertenencia no sea explicito. Esto me lleva a consolidar posturas en relación con las dificultades que con frecuencia enfrentan las comunidades virtuales, las cuales desde mi perspectiva están íntimamente relacionadas no con el ser parte de… mediante la opción regístrate, sino cómo las dinámicas de participación que se viven y se consolidan como cultura de la comunidad influyen definitivamente en activar el sentido de pertenecía asociado al arraigo emocional a las personas, los lugares, las organizaciones, las causas sociales y del mundo y que en ultimas produce una sensación de atenuación de los sentimientos de soledad.
El caso Facebook empieza a evidenciar las necesidades de pertenencia de los seres humanos, desde la construcción de su YO real-virtual, a partir de la construcción de una identidad que fluctúa entre lo individual y lo colectivo hasta su lucha por la supervivencia, puesta en escena al vincularse a causas comunes. ¿Será posible pensar en el sentido de pertenencia a una red de mas de 200 millones de personas?
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